No hay dos autores
que aborden las cosas del mismo modo exacto. Todos nos inspiramos y nos
motivamos de formas diferentes, y tenemos nuestras propias razones para que
determinados personajes permanezcan a nuestro lado mientras que otros desaparecen
en una maraña de archivos abandonados. Yo, personalmente, no he sabido nunca
por qué algunos de mis personajes han adquirido una vida independiente con
tanta fuerza, pero siempre me alegra cuando lo hacen. Esos son los personajes
que se desarrollan con menor esfuerzo, y son por tanto sus historias las que
llegan a buen puerto.
Bree es uno de esos
personajes y, además, la principal razón de que este relato se encuentre ahora
en tus manos y no se haya perdido en el laberinto de carpetas olvidadas de mi
ordenador (las otras dos razones se llaman Diego y Fred). Empecé a pensar en
Bree cuando estaba editando Eclipse. Editando,
no escribiendo: mientras escribía el primer borrador de Eclipse,
llevaba puestas las anteojeras de la
narración en primera persona; todo aquello que Bella no podía ver, oír, sentir,
saborear o tocar era irrelevante. Aquella historia era exclusivamente la de su
experiencia.
El siguiente paso
en el proceso de la edición consistía en alejarse de Bella y ver cómo fluía la
historia. Mi editora, Rebecca Davis, desempeñó un papel fundamental en dicho
proceso: tenía gran cantidad de preguntas que hacerme sobre las cosas que Bella
no sabía y acerca de cómo podíamos aclarar más las claves de esa historia. Dado que
Bree es la única neófita a quien ve Bella, la perspectiva de Bree fue la
primera a la que me aproximé al analizar lo que estaba pasando en segundo
plano. Empecé a pensar en la vida en el sótano con los neófitos y en la caza
al estilo tradicional de los vampiros. Me imaginé el mundo tal y como Bree lo
entendía. Y resultó sencillo hacerlo. Desde el principio, Bree estuvo muy definida
como personaje, y algunos de sus amigos cobraron vida sin esfuerzo. Así es como
me suele ir a mí en estas situaciones: intento escribir una breve sinopsis de
lo que está sucediendo en cualquier otra parte de la historia y acabo
garabateando diálogos. En este caso, en lugar de una sinopsis, me sorprendí a
mí misma escribiendo un día en la vida de Bree.
Con Bree era la
primera vez que me metía en la piel de un narrador que fuese un vampiro «de
verdad»: un cazador, un monstruo. Llegué a mirarnos a nosotros, los humanos, a
través de sus ojos rojos; de repente éramos débiles y patéticos, presas
fáciles, sin importancia alguna excepto como un apetitoso bocado. Sentí cómo
era estar sola y rodeada de enemigos, siempre en guardia, sin ninguna certeza
excepto que la propia vida está en peligro. Llegué a sumergirme en una raza
totalmente distinta de vampiros: los neófitos. La vida como neófito era algo que
jamás había llegado a explorar, ni siquiera cuando Bella por fin se convirtió
en un vampiro. Ella jamás fue una neófita como lo fue Bree. Resultó
emocionante, siniestro y, en última instancia, trágico. Cuanto más me acercaba
al inevitable final, más fuerte era mi deseo de haber concluido Eclipse
de un modo sólo ligeramente distinto.
Me pregunto qué te
parecerá Bree. En Eclipse es un
personaje muy breve y en apariencia trivial. Su vida se reduce a cinco minutos
desde el punto de vista de Bella, y aun así, qué importante es su historia para
la comprensión de la novela. Cuando lees la escena de Eclipse
en la que Bella está mirando fijamente
a Bree y la considera como su posible futuro, ¿en algún momento se te ocurrió
pensar en lo que habría llevado a Bree hasta esa situación en el tiempo? Cuando
Bree le sostiene la mirada, ¿te preguntaste cómo vería ella a Bella y a los
Cullen? Es probable que no. Pero aunque lo hicieras, apostaría a que nunca te
imaginaste sus secretos.
Espero que Bree
acabe despertando en ti el mismo afecto que yo siento por ella, aunque en
cierto modo no deje de ser un deseo cruel. Ya sabes que las cosas no acaban
demasiado bien para ella. Pero al menos conocerás toda la historia. Y sabrás
que no hay perspectiva que carezca de verdadera importancia.
Disfrútalo. Stephenie
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